Amazonas
- María Roda
- 27 ene
- 3 Min. de lectura
En el lugar donde nos quedábamos en el Amazonas, las duchas estaban divididas entre seis cubículos de madera. Tenían dos paredes y una puerta y dejaban la parte de fondo libre, para poder ver la naturaleza de la selva. Nos duchábamos entre amigas. Cada una se metía en un cubículo, así nos podíamos pasar el shampoo y el acondicionador y echar chisme.
—Oye, Laura,—Una mano se apareció por la pared de la derecha. Le pasé el tarro de Herbal Essences.-¿en qué actividad estaba el equipo azul?
—Estábamos en una caminata por la selva. Parce, aquí uno suda un resto.
—Uy sí jajaja, yo no sé hasta qué punto es humedad o chucha.
—¿Y tu equipo en qué estaba?
—Ush parce, pasó algo re loco. Gomelindio nos leyó las manos.
—¿A lo bien? Agh, qué mamera. Siempre me pierdo lo bueno. Pásame el shampoo.
—Pera que creo que Natalia lo está usando. Pero sí, nos reunimos todos en la maloka y nos sentaron en círculo, y nos pasaron una cosa para que aspiráramos, y yo no quise, pero Jaime sí se puso a inhalar esa vaina, era un polvito como verde y al man se le puso la nariz toda roja.
—Jajajajaja aparte la nariz de Jaime que es toda enorme jajajajja
—Jajajajaj sí,...y luego le pregunté si vio cosas y se quedó callado. Todo serio que es ese man jajajaj…¡me miró con cara de culo y se abrió a su cabaña!
—No seas pendeja, que esos polvos fijo eran tabaco y no eran nada alucinógeno. Aparte el colegio no nos pondría a meter nada sicodélico.
—Conociendo a los profes…
—Ja ja ja ja
—Bueno, yo no sé, pero Jaime no necesita alucinógenos, el tipo vive todo elevado. Mira que el otro día cuando estábamos pescando pirañas, el tipo agarró una y se la comió viva.
—Uy no, marica, qué miedo ese man. Aparte súper irrespetuoso, guevón.
—Alucinaciones son las que me van a dar si esta vieja no me pasa rápido el shampoo. ¡Natalia!
—No sabe, no responde.
—Sí sabe, no responde.—golpeé el muro de madera— ¡Natalia, el shampoo! Agh, aparte la más demorada echándose esa vaina en el pelo.
—Ja ja, y con todo el pelo que tiene…
—Cállese, ¡que esta vieja está al lado mío!
—Ja ja ja...Oye, Lau, ¿y qué te dijeron cuando te leyeron la mano?
—Que iba a conocer al amor de mi vida en este paseo.
—¿A lo bien?
—No, jodiendo.
—Ja ja ja aparte con los manes del curso que son meros bagres…
—Ja ja ja...pero hay algunos que aguantan.
—Uy no, fo. ¿Para usted quién aguanta? ¡Ay, no! No me digas…¿Lucho?
—No.
—Parce, no será Diego Pacheco León…¿?
—Ja ja ja…¡Nunca adivinarás! — Me puse a silbar la canción que decía “bailando así, tú no sabes cómo te provoca…”
—¿Simón? ¿Edwin? ¿Carlos?
—No, no, ¡no!
—Bueno, ya me fastidié. Usted sí es bien lampara de no contarme. Me voy a salir.
—¡Nooo! Espérame mientras le digo a esta vieja, — me agarré de la pared izquierda de madera para asomarme en el cubículo donde se estaba duchando Natalia— decide pasarme el maldito —cuando miré al suelo y había unos pies gordos y peludos—shampú...—me quedé pálida cuando levanté la cabeza y me di cuenta de que quien estaba en la ducha de al lado era el cura Carrasquilla, nuestro profesor de Historia.
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