No hay nada más eterno que el aburrimiento de un niño
- María Roda
- 23 ene
- 1 Min. de lectura
Hay una María que permanece sobre la banca de madera, contra el muro de ladrillos de la sala de la casa de Niza. Se quedó dormida esperando al niño Dios. Está soñando este presente de espejos, un presente adulto, europeo, internacional, apocalíptico, digital, virtual, de jeringonzas, de animalarios, marítimo y lleno de poros. Este presente, que se escapa apenas María lo intenta agarrar, no es más que un sueño del futuro, pero es un sueño del que nunca se va a despertar, porque no hay nada más eterno que el aburrimiento de un niño.


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