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Welcome to the Black Parade

  • Foto del escritor: María Roda
    María Roda
  • 30 jul
  • 3 Min. de lectura

Mundial de escritura Día 4


Abrí el Google Maps para mirar el recorrido que tenía que hacer para llegar a la casa de Daniela. Anaïs, que iba a venir a desayunar, no había llegado. No llegó nunca. Y eso que estaba entusiasmada porque alguien ajeno habitara el lugar remodelado.En esas semanas, me había estado enfocando en recoger los vestigios que dejó el caos de la desinfección en el apartamento. A partir de esos escombros, me había puesto a pensar en esa época extraña que eran lo que en inglés llaman los "early 2000", época que coincidía con mi infancia.

Esa nostalgia repentina quizás se relacionaba con haberme puesto, el día anterior, a mirar fotos viejas de los parques de atracciones que cerraron. Tanto Camila como Camelot, como Divercity y como Cici Aquapark se mostraban en fotos desteñidas, quizás tomadas con las primeras cámaras digitales que salieron. Era, claramente, una época de transición, un in-between en el que la generación que se estaba encargando del mundo no tenía una idea clara de la realidad, como sí la tenían sus padres. Este in-between luego finalizó con una generación siguiente que asumió el neoliberalismo, el cambio climático, la sociedad de consumo, el internet y la tecnología de datos.

La música era otra cosa: una transición entre el rock progresivo y el trap, el pop y el reggaeton enteramente instantáneos de hoy en día. Era como una representación mal dibujada de lo que había antes, sin saber que también era el preámbulo de lo que vendría después.

En ese entonces, el país en el que crecí estaba en guerra. Y la ciudad en la que crecí estaba en un crecimiento masivo y en la televisión pasaban noticias de secuestros, de desplazamientos, de bombas, comerciales de bebidas azucaradas y programas de citas en MTV... rompí con mi abstracción por un momento y miré frente al letrero del metro donde se indicaba cada parada. Aún no llegaba a la Plaza Urquinaona para hacer el cambio de línea. ¿Qué le habría pasado a Anaïs ? Quizás se habría quedado dormida.En el reproductor de música empezó a sonar Welcome to the Black Parade. Era como si estuviera escrito previamente. ¿No era esa canción una metáfora de esos tiempos?

Incluso en la burbuja de privilegio en la que crecí, mi vida era una etapa de transición que miraba por la ventana todas las cosas que pasaban en el país y, en la comodidad de mi casa, esperaba que pasara el tiempo para poder salir. "When I was a young child, my father took me into the city..." Mi ciudad vivía tiempos de rejas bogotanas, de potreros baldíos con letreros de "este predio no se vende, no se arrienda, no se permuta", de semáforos en los que caravanas de niños que no iban al colegio cargaban baldes con agua y jabón, cometas o canastas de frutas.En estos días, en los que me había puesto a mirar esas fotos y recordar, pensaba: ¿por qué me da nostalgia? ¿Por qué recordar con nostalgia un tiempo de transición?Las personas mayores recuerdan con nostalgia tiempos en los que la realidad era mejor. Pero es que estos tiempos no eran mejores, quizás ni peores, porque lo incompleto va más allá del bien y el mal.

Recibí una notificación en mi teléfono celular. Era Daniela. Me preguntaba cuánto tardaba en llegar a su casa. Miré la parada. Habíamos llegado a Urquinaona.Seguí el letrero que me dirigió hacia unas escaleras eléctricas. Mientras subía, miraba los múltiples afiches de festivales de música que habían pasado en ese verano. Giré hacia la derecha y comencé a atravesar un túnel...un mal necesario. En Barcelona, los túneles que conectaban una estación a otra me hacían sentir parte de la masa. El unísono compuesto de las infinitas voces que hablaban diferentes idiomas era como una corriente marítima que me transportaba de un lugar a otro.Pero este túnel era distinto. Era frío, húmedo y oscuro y sólo había un par de vendedores ambulantes sentados en el suelo. Sobre unos toldos negros hechos de algún plástico de poli-sombra había parches de bandas de Metal, unos tazos de Pokémon y varias películas pirata. "Buenas, a la orden. Mire sin compromiso", me dijo uno de los vendedores, el más mechudo.

 
 
 

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